DESPIERTA, KIREN
Tanto como siempre te ha gustado la frase "aprender es recordar", y ahora vas y me olvidas. Sin acritud te lo digo eh, sin golpes de pecho y sin rencores; no me parece ni bien ni mal, no te juzgo, sólo me sorprende. En fin, si al menos es cierto que aprender es recordar, entonces... entonces olvidar algo importante tiene arreglo, supongo.
Para bien o para mal, ahora estoy aquí. Y haré lo posible por que me recuerdes, incluso si para ello tengo que despertar a Uxu de los Imposibles. No, no hago esto por mí, o quién sabe, ah... en realidad a lo mejor sí. Iba a decir que lo hago por ti, por rescatarte a ti, pero claro, no deberíamos pasar por alto el detalle insignificante de que sin ti yo no existo.
Ya ves, soy una Musa, una de tus Siete Musas. Aunque ahora no lo recuerdes. Tú nos inventaste, y fuiste tú quien escribió todos aquellos renglones sobre nosotras sin saber muy bien por qué ni cómo: "las musas dependen del ser humano para existir, pero no le pertenecen", "las musas ayudan a los humanos a definir la humanidad de nuevo", "las musas son inmortales, sólo el olvido—¡ejem!, vaya tos que me ha entrado- puede matarlas" y bla,bla, bla.
Jo, no deja de ser irónico que yo me acuerde de toda esta parafernalia y tú no.
En fin, Kiren. Aquí me tienes. Por suerte o por desgracia, estoy muy vivo. Ya te ayudé una vez y puedo volver a hacerlo. Tú saliste del Agujero y tienes un mapa del camino que recorriste para lograrlo; debes compartirlo y tú sabes por qué, pero si has olvidado las razones aquí estoy yo para ayudarte a que las recuerdes. Haré lo que tenga que hacer, haré todo cuanto esté en mi mano para volver a unirnos.
No sé bien si puedes escucharme, y no sé cómo recibirás lo que digo en tu mente. Estuve un rato dando gritos antes, pero mi hermana Aru me dijo que parase porque estaba asustando a Owri, y que gritar no funcionaría porque si tú no quieres escucharme simplemente no lo harás. Resulta bastante descorazonador si lo piensas, pero sé que Aru tiene razón en esto.
Me pregunto si cuando escuchas son mis palabras y frases las que te llegan intactas según las digo, una por una, como estoy haciendo ahora. Creo que no, aunque a veces, cuando escribes, puedes literalmente hablar conmigo.
. Quizá, fuera del acto de escribir, no se trata de una comunicación en tiempo real la nuestra. Tal vez sea una transmisión que se opere mediante símbolos a través del pensamiento puro, pero estos símbolos no creo que sean palabras como tales en su origen, sino piedras que chocan con tu alma en cada esquina del laberinto que recorres y luego, de alguna forma, son traducidas. Supongo que la comunicación sucede siempre de esa manera entre tú y nosotras las Musas, aunque yo me acerque a la vía más literal pues me diste esa capacidad sobre mis hermanas. Tú siempre te las apañas para traducirme, pero aún así a veces siento que lo que te envío no son mensajes sino piedras, o más bien... pedradas.
Hemos descubierto cosas juntos y no todas ellas han sido, digamos, agradables. Creo que por eso siento que mis mensajes son pedradas. No la clase de pedrada que rompe un cristal en plan putada, no me malinterpretes, no tengo mala leche; en realidad me refiero al tipo de pedrada en la ventana de un amigo para avisarle de algo, o para llamarle en mitad de la noche, o yo qué sé... ¿pedrada benigna? sí, lo cual no quita para que alguna vez pueda darte en la cabeza por accidente, supongo. Pero no sé, Kiren, a veces hay que romper cristales para que entre la luz. O para liberarse uno y salir de un encierro.
Mientras puedas entenderme y traducirme como has hecho siempre, todo estará bien. En el pasado pudimos comunicarnos, y qué más da cómo demonios lo hicimos si funcionó. Podemos volver a hacerlo ahora, ¿verdad?
¿Verdad, Kiren?
Espero que no hayas olvidado tu nombre. No me refiero al nombre escrito en tu D.N.I, me refiero a... bueno, ya sabes, a tu nombre. El que tú elegiste. Kiren, ese eres tú.
Me sabe un poco raro tener que recordarte quién eres y todo eso; además en el fondo sé que explicarlo sin mostrarlo no funcionará... es como pretender que un pato entienda lo que es un pato con sólo dibujarle un bosquejo croquetero con patas y pico, y que luego reconozca qué pato es él exactamente entre todos los demás mirando ese monigote. Es como esos cursos de "haremos de usted un perfecto guitarrista -escritor, dibujante...- en cinco días, confíe en nosotros" < aquí se oye el eco de una risa malévola de fondo en el anuncio de turno. Vamos, que te diga lo que te diga a lo mejor te va a dar igual, y si me tuvieras delante lo mismo termianarías asintiendo con la cabeza sólo por darme la razón como a los locos, pensando "y éste don Nadie quién diablos es y qué demonios me cuenta, y qué demonios sabe de mí". Caray, las palabras las carga el mismo diablo.
Esto me lleva a pensar que también sería bueno que te recordara quién soy yo... ostras, Kiren, perdóname por esta desorganización pero es que todo esto es un cacao muy grande. No es fácil meter mano aquí, en esta cabecita tuya tan maravillosamente inestable.
A ver. Empecemos por el principio: quién eres tú. Así, someramente, sin entrar en detalles.
Para recordarte quién eres no necesito decirte ni tu edad, ni tu género, ni orientarte hacia ningún espejo que refleje tu cuerpo material. Algo que solías decir mucho cuando hablabas conmigo era "el corazón tiene cerebro", así que supongo que me entenderás. Solías decir que el razonamiento no enfría las emociones y que controlar no es reprimir, sino decidir y elegir qué limitar desde la libertad. Solías decir que la mente funciona mano a mano con las emociones y que eso de que la razón es enemiga del corazón es el cuento más miserable que se ha inventado, una excusa muy extendida para dejarse morir y regocijarse en ello sin remordimiento alguno. Como esos poetas autocomplacientes que se recrean en la mierda de sus adicciones y en lo que llaman "desamor", cómo los odias, precisamente tú. Seguramente los odias porque tú mismo tiendes a la muerte y no lo soportas, entre otras razones, y te cuesta luchar contra eso. Qué duro, ¿no? en realidad no tanto, sería algo muy humano en realidad.
Joder, no se me ocurre ahora qué más decirte sobre ti mismo...
Ah, esto nos va a ayudar. La sensación de no encajar te ha acompañado siempre. Yo te ayudé a que te alegraras por ello, por no encajar. No fue tan doloroso; vale, un poco sí, pero más doloroso hubiera sido quedarte con la idea de que no encajar en el mundo en que vives es algo "malo". Mundo, plano, dimensión... llámalo como quieras. Ya sabes -o al menos lo sabías, antes de olvidarlo todo- que las Musas vivimos en otro plano diferente, una dimensión extra que a veces se solapa con la de los humanos. Al menos eso escribiste tú, y llamaste a ese plano nuestro El Limbo. Aunque en el mundo que creaste, ese cuyo nombre está tan clavado en tu pecho que no lo puedes decir, las Musas saltábamos al plano terrenal de los sentidos y ocupábamos cuerpos tangibles... en fin, de nuevo me voy por las ramas. Discúlpame, Kiren.
Sobre mí... bueno. Esto... esto de presentarme es aún más raro todavía, chico. Sinceramente se siente como comer clavos pero, en fin, allá voy. Me diste el nombre de Yinn hace algunos años. Soy la Sexta hermana de las Siete Musas de Kiren. También me llamas la Musa de la Soledad y la Oscuridad. Por si no ha quedado claro, tú eres mi padre.
A veces me transformo en gato negro para brincar al plano terrenal. Como musas que somos, las Siete tenemos Símbolos en la Tierra que de algún modo nos permiten encarnarnos por tiempo limitado, y uno de los míos es el gato negro callejero. Los humanos entendéis el lenguaje de los símbolos y las diferentes esencias que éstos contienen en potencia. Especialmente los humanos cuya alma está ligada al arte en su raíz; vosotros tenéis más facilidad para sentirnos cuando nos transformamos en símbolos, pero no te creas que hablo de unos pocos elegidos: un buen puñado de humanos es medio adicto al arte, gracias a Dios. (No, no creo en Dios sino si acaso en esencia, pero eso de "gracias a Dios" siempre me ha gustado mucho decirlo, la verdad.)
Ya te habrás dado cuenta de que no puedo evitar decir siempre lo que pienso. Mentir me es imposible... y me alegro por ello, no porque mentir esté "mal" -tiene que ser muy divertido a veces; es divertida tu relación con la mentira, Kiren- sino porque, si yo tuviera la capacidad de mentirte, no tendría sentido que yo te hablara. Ni que existiera.
Dejando aparte los símbolos vinculados a mí en tu plano de existencia, en tu mente yo tengo una imagen muy particular. Me percibes como una especie de geniecillo enano con cara de adolescente cabreado; para colmo me diste un bate de beisbol y un teléfono movil del pleistoceno-para "emergencias", dijiste, en ambos casos-, me vestiste con sudadera oscura y capucha y bueno, me diste una serie de atributos que no ayudan a tener un aspecto externo digamos tranquilizador. Como me manifiesto en la oscuridad, me diste un brillo de suave luz azulada y pulsante que rodea mi cuerpo como halo. También me diste unos ojos especiales que te ayudasen a ver fuera y dentro de ti con mayor amplitud y definición: ojos de gato; tú los ves de color verde esmeralda con motas amarillas, así que así es como son. Ah, y por alguna razón, en esa forma humanoide tengo pecas en la nariz.
Como Musa no tengo género -todas nosotras somos neutras en nuestra dimensión psíquica-, pero quién sabe por qué tú quisiste que fuera un chico cuando me diste atributos físicos en tu mente, y me imaginaste entre masculino y neutro. De hecho me hiciste particular en esto respecto a mis hermanas; a ellas no les jode que el genérico "musa" sea femenino, y a mí sí. No me malinterpretes tampoco, no es que sea algo que me quite el sueño, pero ah, ¿por qué femenino? ¿por qué no crear una palabra de género neutro o polivalente...? En fin, la culpa de que me joda es tuya, en cualquier caso. Mi imagen física debe de ser una proyección de tu propio ideal: el equilibrio de la neutralidad, androginia, rasgos suaves marcados con fuerza, cabello largo y negro, huesos frágiles de pájaro que puede volar pero musculatura firme que los sostiene. Aunque pequeño y enjuto, me hiciste grande a tu manera: un gigante de metro veinte.
A lo mejor te preguntas por qué sólo yo estoy aquí, si tengo siete hermanas. Verás, todas estamos siempre cerca de ti, pero sólo a mí me diste un manejo del verbo suficiente aunque tengas que traducirme.
Ninguna de mis hermanas puede "hablarte" como lo hago yo. Ellas tienen sus vías sensoriales de entrada pero estas vías son simplemente imposibles de poner en palabras por mucho que te las describa. Esto puede parecer una contradicción, pero es que ninguna palabra que nadie pueda decirte para referirse a esto se acercaría lo bastante a lo que sientes. La única forma que tienes de hablar con mis hermanas por medio de palabras, desde tu mundo tangible, es hablar conmigo. O, claro, escribir sobre ellas.
Iver de La Guerra, por ejemplo, la Segunda Musa, es una quemazón en el pecho y detrás de tus ojos, y te habla por medio de ese pulso que tan bien conoces: la necesidad simple de promover bienestar y de aliviar sufrimiento a personas que por las razones que sean no pueden cuidarse a sí mismas en un momento dado, y ayudarles a que puedan volver a hacerlo. En algunos lares llaman a esto "vocación"; en otros lo llaman "altruismo", es curioso; lo que tú sientes en esa situación se parece más al entusiasmo. Lo siento, me niego a pensar que esa sensación la hayas olvidado, aunque sé que hace tiempo que no entras en batalla. Hace tiempo que no colocas tu hombro para que otro se apoye y se levante, pero lo has hecho, y cuando lo hacías era Iver quien guiaba tu imaginación, tu corazón y tu mente, y tú no necesitabas saber más.
Owri del Dolor y de la Tristeza -la Tercera musa- es un golpe húmedo en el pecho, como un nubarrón denso de tormenta que oprime ahí, lluvia caliente cayendo lento, abrasando. Tu garganta se tensa en un nudo, las lágrimas te suben y tú creas. El lazo con ella siempre fue primario, espontáneo desde que eras un niño. Aunque Owri desde el principio tuvo un punto incontrolable para ti y eso... eso te asustaba entonces y aún te asusta, Kiren, porque -y esto no te va a gustar oírlo, pero te aguantas- llevas mucho tiempo en fase de miedo crónico enquistado, empeñado en controlarlo todo.
El vínculo que tienes conmigo no es tan antiguo como el que tienes con Owri, precisamente porque yo necesito las palabras y ella no. A mí me descubriste tarde, cuando ya manejabas un léxico maduro -cerebralmente hablando- y amplio, cuando girabas tu sintaxis espontáneamente en torno a su majestad el verbo. Las palabras son mi herramienta y, en fin... por esta vía, por la vía del verbo, sólo yo puedo llegar a ti. Aunque esto no sea exactamente como una puta radio que transmite palabra-por-palabra lo que digo, sino más bien una lluvia de pedradas que te llegará no sé cómo y que tal vez logres, de alguna forma que desconozco, metabolizar y traducir.
Oye, Kiren. Si a veces notas que me subo a la parra o me cabreo un poco hablando de todo esto, bueno, te jodes. Lo siento, sólo es que en contacto con tu psique me sobrevienen sentimientos y cualidades humanas; somos musas, sí, pero estamos tan cerca de ti, tan cerca de lo que construyes y creas, que nos hemos vuelto permeables a la capacidad de ser persona y nos hemos contaminado de identidad y conciencia. Personajes, nos has llamado alguna vez para justificar esto; esa palabra hiere profundamente mi sensibilidad, por cierto.
Ah. Si con esto de no recordarme, por casualidad me estás confundiendo con una especie de "voz del bien y el mal" o algo así -se me ocurre, no sé por qué-, sácate esa idea de la cabeza ahora mismo. No tengo nada que ver con Pepito Grillo -aunque Essel diría que por el tamaño sí, ja-; no es mi función elaborar juicios sino mostrarte todo cuanto veo con la mayor amplitud y claridad posible, desde todas las perspectivas que pueda. De hecho muchas veces te he ayudado a no dejarte arrastrar por conclusiones o juicios erróneos, y a romper conexiones irracionales que te estaban haciendo la vida imposible.
Así que no, no soy una especie de genio del bien y del mal pegándote la bronca, aunque puede que te pegue la bronca de vez en cuando, eso sí. Intento ayudarte a razonar para construir; en tu caso, construir está directamente vinculado con eso que tú, particularmente, llamas "amar". Se puede amar desde la inteligencia, como tú bien dijiste una vez, Kiren. Tú de hecho piensas que amar no es un acto irracional, contra lo que habitualmente se da por hecho e incluso se ensalza entre humanos.
No soy un juez, soy una musa. Soy una musa, soy respirado (vosotros los humanos decís "inspirado"); hago magia dentro de ti para impulsarte a moverte, a trabajar más, a crear y a acercarte a otros humanos. En mi caso concreto lo hago por responsabilidad. Mis hermanas vibran cada una en su espectro y los canales que utilizan, así como los mensajes que te envían, y los resortes que pulsan para comunicarse contigo son diversos en cada caso.
Mi canal es el pensamiento, mi código el lenguaje, mi mensaje -uno de ellos- la responsabilidad. A través de la palabra me encontraste y me creaste mientras regresabas de tu Agujero; tú me diste un nombre y yo te ayudé a romper puertas con ese estupendo bate que me obsequiaste, puertas que tú no querías ver ni mucho menos abrir. Y construiste un mundo de mundos -lo llamaste Esalon-, y creaste una historia, muchas historias.
Ahora a través de la palabra estoy aquí de nuevo, porque tenemos un compromiso, Kiren. Por favor, recuerda que la responsabilidad felizmente sustituye de por vida al lastre de la culpa.
Responsabilidad, Kiren. En cada humano está la resurrección y la vida. Alguien llamó a eso el Evangelio hace tiempo y consideró importante transmitirlo; también lo han llamado de otras formas como "la palabra de Dios". Esto que yo te digo ahora es "palabra de musa" y te estoy pidiendo que creas en ello: las interpretaciones son infinitas pero la esencia es la que es. Ah, eso también lo formularon de ese modo en aquellos textos: "yo soy el que soy". Me acuerdo que cuando eras pequeño y oíste esto por primera vez en clase de religión casi te meas de la risa, angelito. "Yo soy el que soy", vaya una tontada, ¿no?
Hay pocas verdades en el mundo, Kiren. No es que los humanos mintais patológicamente, es que muy pocas cosas pueden ser llamadas ciertas. Se ve que hace tiempo alguien se dedicó a recopilar algunas verdades y las escribió en los libros -uno de esos libros se llama Biblia, pero hay muchos, muchos libros que guardan verdades-, mezclándolas con alguna que otra subjetiva apreciación que al fin y al cabo era inevitable al momento de escribir, si tan sólo por conveniencia. Las verdades en la biblia son distinguibles porque suenan como una cosa tonta; parecen tan simples como un chiste de humor blanco en la superficie, salpicando su esencia en cada bloque de texto:
"Yo soy el que soy", "Yo soy la resurrección y la vida; el que crea en mí, aunque muera, vivirá (para siempre)", "Dios es Amor/yo soy Amor".
Aunque estas declaraciones las hiciera un ser superior, según la misma biblia ese ser hizo a los humanos "a su imagen y semejanza", ¿no? La Biblia es un libro maravilloso por eso: quienes la escribieron e idearon fueron capaces de crear un personaje a imagen y semejanza del hombre, un personaje que es a la vez es creado y creador. Un personaje con rasgos francamente humanos en su psique a pesar de sus poderes divinos: capaz de amar, de enfadarse, de ejercer violencia, de sanar o dañar a otras criaturas por medio de su palabra -"pero una palabra tuya bastará para sanarme"-; un personaje al que llamaron Dios, capaz de lo mejor y de lo peor, exactamente igual que un ser humano. Dios, quien a su vez creó al hombre a su imagen y semejanza. Una de las posibles raíces etimológicas de la palabra "Yahveh" es "el que existe por sí mismo", al fin y al cabo.
Un ser que es el que es. Un ser que es creador de mundos, aunque necesita descanso. Un ser que podría ser perfectamente humano, Kiren; un ser humano que podría ser, perfectamente, un trilero.
Para bien o para mal, ahora estoy aquí. Y haré lo posible por que me recuerdes, incluso si para ello tengo que despertar a Uxu de los Imposibles. No, no hago esto por mí, o quién sabe, ah... en realidad a lo mejor sí. Iba a decir que lo hago por ti, por rescatarte a ti, pero claro, no deberíamos pasar por alto el detalle insignificante de que sin ti yo no existo.
Ya ves, soy una Musa, una de tus Siete Musas. Aunque ahora no lo recuerdes. Tú nos inventaste, y fuiste tú quien escribió todos aquellos renglones sobre nosotras sin saber muy bien por qué ni cómo: "las musas dependen del ser humano para existir, pero no le pertenecen", "las musas ayudan a los humanos a definir la humanidad de nuevo", "las musas son inmortales, sólo el olvido—¡ejem!, vaya tos que me ha entrado- puede matarlas" y bla,bla, bla.
Jo, no deja de ser irónico que yo me acuerde de toda esta parafernalia y tú no.
En fin, Kiren. Aquí me tienes. Por suerte o por desgracia, estoy muy vivo. Ya te ayudé una vez y puedo volver a hacerlo. Tú saliste del Agujero y tienes un mapa del camino que recorriste para lograrlo; debes compartirlo y tú sabes por qué, pero si has olvidado las razones aquí estoy yo para ayudarte a que las recuerdes. Haré lo que tenga que hacer, haré todo cuanto esté en mi mano para volver a unirnos.
No sé bien si puedes escucharme, y no sé cómo recibirás lo que digo en tu mente. Estuve un rato dando gritos antes, pero mi hermana Aru me dijo que parase porque estaba asustando a Owri, y que gritar no funcionaría porque si tú no quieres escucharme simplemente no lo harás. Resulta bastante descorazonador si lo piensas, pero sé que Aru tiene razón en esto.
Me pregunto si cuando escuchas son mis palabras y frases las que te llegan intactas según las digo, una por una, como estoy haciendo ahora. Creo que no, aunque a veces, cuando escribes, puedes literalmente hablar conmigo.
. Quizá, fuera del acto de escribir, no se trata de una comunicación en tiempo real la nuestra. Tal vez sea una transmisión que se opere mediante símbolos a través del pensamiento puro, pero estos símbolos no creo que sean palabras como tales en su origen, sino piedras que chocan con tu alma en cada esquina del laberinto que recorres y luego, de alguna forma, son traducidas. Supongo que la comunicación sucede siempre de esa manera entre tú y nosotras las Musas, aunque yo me acerque a la vía más literal pues me diste esa capacidad sobre mis hermanas. Tú siempre te las apañas para traducirme, pero aún así a veces siento que lo que te envío no son mensajes sino piedras, o más bien... pedradas.
Hemos descubierto cosas juntos y no todas ellas han sido, digamos, agradables. Creo que por eso siento que mis mensajes son pedradas. No la clase de pedrada que rompe un cristal en plan putada, no me malinterpretes, no tengo mala leche; en realidad me refiero al tipo de pedrada en la ventana de un amigo para avisarle de algo, o para llamarle en mitad de la noche, o yo qué sé... ¿pedrada benigna? sí, lo cual no quita para que alguna vez pueda darte en la cabeza por accidente, supongo. Pero no sé, Kiren, a veces hay que romper cristales para que entre la luz. O para liberarse uno y salir de un encierro.
Mientras puedas entenderme y traducirme como has hecho siempre, todo estará bien. En el pasado pudimos comunicarnos, y qué más da cómo demonios lo hicimos si funcionó. Podemos volver a hacerlo ahora, ¿verdad?
¿Verdad, Kiren?
Espero que no hayas olvidado tu nombre. No me refiero al nombre escrito en tu D.N.I, me refiero a... bueno, ya sabes, a tu nombre. El que tú elegiste. Kiren, ese eres tú.
Me sabe un poco raro tener que recordarte quién eres y todo eso; además en el fondo sé que explicarlo sin mostrarlo no funcionará... es como pretender que un pato entienda lo que es un pato con sólo dibujarle un bosquejo croquetero con patas y pico, y que luego reconozca qué pato es él exactamente entre todos los demás mirando ese monigote. Es como esos cursos de "haremos de usted un perfecto guitarrista -escritor, dibujante...- en cinco días, confíe en nosotros" < aquí se oye el eco de una risa malévola de fondo en el anuncio de turno. Vamos, que te diga lo que te diga a lo mejor te va a dar igual, y si me tuvieras delante lo mismo termianarías asintiendo con la cabeza sólo por darme la razón como a los locos, pensando "y éste don Nadie quién diablos es y qué demonios me cuenta, y qué demonios sabe de mí". Caray, las palabras las carga el mismo diablo.
Esto me lleva a pensar que también sería bueno que te recordara quién soy yo... ostras, Kiren, perdóname por esta desorganización pero es que todo esto es un cacao muy grande. No es fácil meter mano aquí, en esta cabecita tuya tan maravillosamente inestable.
A ver. Empecemos por el principio: quién eres tú. Así, someramente, sin entrar en detalles.
Para recordarte quién eres no necesito decirte ni tu edad, ni tu género, ni orientarte hacia ningún espejo que refleje tu cuerpo material. Algo que solías decir mucho cuando hablabas conmigo era "el corazón tiene cerebro", así que supongo que me entenderás. Solías decir que el razonamiento no enfría las emociones y que controlar no es reprimir, sino decidir y elegir qué limitar desde la libertad. Solías decir que la mente funciona mano a mano con las emociones y que eso de que la razón es enemiga del corazón es el cuento más miserable que se ha inventado, una excusa muy extendida para dejarse morir y regocijarse en ello sin remordimiento alguno. Como esos poetas autocomplacientes que se recrean en la mierda de sus adicciones y en lo que llaman "desamor", cómo los odias, precisamente tú. Seguramente los odias porque tú mismo tiendes a la muerte y no lo soportas, entre otras razones, y te cuesta luchar contra eso. Qué duro, ¿no? en realidad no tanto, sería algo muy humano en realidad.
Joder, no se me ocurre ahora qué más decirte sobre ti mismo...
Ah, esto nos va a ayudar. La sensación de no encajar te ha acompañado siempre. Yo te ayudé a que te alegraras por ello, por no encajar. No fue tan doloroso; vale, un poco sí, pero más doloroso hubiera sido quedarte con la idea de que no encajar en el mundo en que vives es algo "malo". Mundo, plano, dimensión... llámalo como quieras. Ya sabes -o al menos lo sabías, antes de olvidarlo todo- que las Musas vivimos en otro plano diferente, una dimensión extra que a veces se solapa con la de los humanos. Al menos eso escribiste tú, y llamaste a ese plano nuestro El Limbo. Aunque en el mundo que creaste, ese cuyo nombre está tan clavado en tu pecho que no lo puedes decir, las Musas saltábamos al plano terrenal de los sentidos y ocupábamos cuerpos tangibles... en fin, de nuevo me voy por las ramas. Discúlpame, Kiren.
Sobre mí... bueno. Esto... esto de presentarme es aún más raro todavía, chico. Sinceramente se siente como comer clavos pero, en fin, allá voy. Me diste el nombre de Yinn hace algunos años. Soy la Sexta hermana de las Siete Musas de Kiren. También me llamas la Musa de la Soledad y la Oscuridad. Por si no ha quedado claro, tú eres mi padre.
A veces me transformo en gato negro para brincar al plano terrenal. Como musas que somos, las Siete tenemos Símbolos en la Tierra que de algún modo nos permiten encarnarnos por tiempo limitado, y uno de los míos es el gato negro callejero. Los humanos entendéis el lenguaje de los símbolos y las diferentes esencias que éstos contienen en potencia. Especialmente los humanos cuya alma está ligada al arte en su raíz; vosotros tenéis más facilidad para sentirnos cuando nos transformamos en símbolos, pero no te creas que hablo de unos pocos elegidos: un buen puñado de humanos es medio adicto al arte, gracias a Dios. (No, no creo en Dios sino si acaso en esencia, pero eso de "gracias a Dios" siempre me ha gustado mucho decirlo, la verdad.)
Ya te habrás dado cuenta de que no puedo evitar decir siempre lo que pienso. Mentir me es imposible... y me alegro por ello, no porque mentir esté "mal" -tiene que ser muy divertido a veces; es divertida tu relación con la mentira, Kiren- sino porque, si yo tuviera la capacidad de mentirte, no tendría sentido que yo te hablara. Ni que existiera.
Dejando aparte los símbolos vinculados a mí en tu plano de existencia, en tu mente yo tengo una imagen muy particular. Me percibes como una especie de geniecillo enano con cara de adolescente cabreado; para colmo me diste un bate de beisbol y un teléfono movil del pleistoceno-para "emergencias", dijiste, en ambos casos-, me vestiste con sudadera oscura y capucha y bueno, me diste una serie de atributos que no ayudan a tener un aspecto externo digamos tranquilizador. Como me manifiesto en la oscuridad, me diste un brillo de suave luz azulada y pulsante que rodea mi cuerpo como halo. También me diste unos ojos especiales que te ayudasen a ver fuera y dentro de ti con mayor amplitud y definición: ojos de gato; tú los ves de color verde esmeralda con motas amarillas, así que así es como son. Ah, y por alguna razón, en esa forma humanoide tengo pecas en la nariz.
Como Musa no tengo género -todas nosotras somos neutras en nuestra dimensión psíquica-, pero quién sabe por qué tú quisiste que fuera un chico cuando me diste atributos físicos en tu mente, y me imaginaste entre masculino y neutro. De hecho me hiciste particular en esto respecto a mis hermanas; a ellas no les jode que el genérico "musa" sea femenino, y a mí sí. No me malinterpretes tampoco, no es que sea algo que me quite el sueño, pero ah, ¿por qué femenino? ¿por qué no crear una palabra de género neutro o polivalente...? En fin, la culpa de que me joda es tuya, en cualquier caso. Mi imagen física debe de ser una proyección de tu propio ideal: el equilibrio de la neutralidad, androginia, rasgos suaves marcados con fuerza, cabello largo y negro, huesos frágiles de pájaro que puede volar pero musculatura firme que los sostiene. Aunque pequeño y enjuto, me hiciste grande a tu manera: un gigante de metro veinte.
A lo mejor te preguntas por qué sólo yo estoy aquí, si tengo siete hermanas. Verás, todas estamos siempre cerca de ti, pero sólo a mí me diste un manejo del verbo suficiente aunque tengas que traducirme.
Ninguna de mis hermanas puede "hablarte" como lo hago yo. Ellas tienen sus vías sensoriales de entrada pero estas vías son simplemente imposibles de poner en palabras por mucho que te las describa. Esto puede parecer una contradicción, pero es que ninguna palabra que nadie pueda decirte para referirse a esto se acercaría lo bastante a lo que sientes. La única forma que tienes de hablar con mis hermanas por medio de palabras, desde tu mundo tangible, es hablar conmigo. O, claro, escribir sobre ellas.
Iver de La Guerra, por ejemplo, la Segunda Musa, es una quemazón en el pecho y detrás de tus ojos, y te habla por medio de ese pulso que tan bien conoces: la necesidad simple de promover bienestar y de aliviar sufrimiento a personas que por las razones que sean no pueden cuidarse a sí mismas en un momento dado, y ayudarles a que puedan volver a hacerlo. En algunos lares llaman a esto "vocación"; en otros lo llaman "altruismo", es curioso; lo que tú sientes en esa situación se parece más al entusiasmo. Lo siento, me niego a pensar que esa sensación la hayas olvidado, aunque sé que hace tiempo que no entras en batalla. Hace tiempo que no colocas tu hombro para que otro se apoye y se levante, pero lo has hecho, y cuando lo hacías era Iver quien guiaba tu imaginación, tu corazón y tu mente, y tú no necesitabas saber más.
Owri del Dolor y de la Tristeza -la Tercera musa- es un golpe húmedo en el pecho, como un nubarrón denso de tormenta que oprime ahí, lluvia caliente cayendo lento, abrasando. Tu garganta se tensa en un nudo, las lágrimas te suben y tú creas. El lazo con ella siempre fue primario, espontáneo desde que eras un niño. Aunque Owri desde el principio tuvo un punto incontrolable para ti y eso... eso te asustaba entonces y aún te asusta, Kiren, porque -y esto no te va a gustar oírlo, pero te aguantas- llevas mucho tiempo en fase de miedo crónico enquistado, empeñado en controlarlo todo.
El vínculo que tienes conmigo no es tan antiguo como el que tienes con Owri, precisamente porque yo necesito las palabras y ella no. A mí me descubriste tarde, cuando ya manejabas un léxico maduro -cerebralmente hablando- y amplio, cuando girabas tu sintaxis espontáneamente en torno a su majestad el verbo. Las palabras son mi herramienta y, en fin... por esta vía, por la vía del verbo, sólo yo puedo llegar a ti. Aunque esto no sea exactamente como una puta radio que transmite palabra-por-palabra lo que digo, sino más bien una lluvia de pedradas que te llegará no sé cómo y que tal vez logres, de alguna forma que desconozco, metabolizar y traducir.
Oye, Kiren. Si a veces notas que me subo a la parra o me cabreo un poco hablando de todo esto, bueno, te jodes. Lo siento, sólo es que en contacto con tu psique me sobrevienen sentimientos y cualidades humanas; somos musas, sí, pero estamos tan cerca de ti, tan cerca de lo que construyes y creas, que nos hemos vuelto permeables a la capacidad de ser persona y nos hemos contaminado de identidad y conciencia. Personajes, nos has llamado alguna vez para justificar esto; esa palabra hiere profundamente mi sensibilidad, por cierto.
Ah. Si con esto de no recordarme, por casualidad me estás confundiendo con una especie de "voz del bien y el mal" o algo así -se me ocurre, no sé por qué-, sácate esa idea de la cabeza ahora mismo. No tengo nada que ver con Pepito Grillo -aunque Essel diría que por el tamaño sí, ja-; no es mi función elaborar juicios sino mostrarte todo cuanto veo con la mayor amplitud y claridad posible, desde todas las perspectivas que pueda. De hecho muchas veces te he ayudado a no dejarte arrastrar por conclusiones o juicios erróneos, y a romper conexiones irracionales que te estaban haciendo la vida imposible.
Así que no, no soy una especie de genio del bien y del mal pegándote la bronca, aunque puede que te pegue la bronca de vez en cuando, eso sí. Intento ayudarte a razonar para construir; en tu caso, construir está directamente vinculado con eso que tú, particularmente, llamas "amar". Se puede amar desde la inteligencia, como tú bien dijiste una vez, Kiren. Tú de hecho piensas que amar no es un acto irracional, contra lo que habitualmente se da por hecho e incluso se ensalza entre humanos.
No soy un juez, soy una musa. Soy una musa, soy respirado (vosotros los humanos decís "inspirado"); hago magia dentro de ti para impulsarte a moverte, a trabajar más, a crear y a acercarte a otros humanos. En mi caso concreto lo hago por responsabilidad. Mis hermanas vibran cada una en su espectro y los canales que utilizan, así como los mensajes que te envían, y los resortes que pulsan para comunicarse contigo son diversos en cada caso.
Mi canal es el pensamiento, mi código el lenguaje, mi mensaje -uno de ellos- la responsabilidad. A través de la palabra me encontraste y me creaste mientras regresabas de tu Agujero; tú me diste un nombre y yo te ayudé a romper puertas con ese estupendo bate que me obsequiaste, puertas que tú no querías ver ni mucho menos abrir. Y construiste un mundo de mundos -lo llamaste Esalon-, y creaste una historia, muchas historias.
Ahora a través de la palabra estoy aquí de nuevo, porque tenemos un compromiso, Kiren. Por favor, recuerda que la responsabilidad felizmente sustituye de por vida al lastre de la culpa.
Responsabilidad, Kiren. En cada humano está la resurrección y la vida. Alguien llamó a eso el Evangelio hace tiempo y consideró importante transmitirlo; también lo han llamado de otras formas como "la palabra de Dios". Esto que yo te digo ahora es "palabra de musa" y te estoy pidiendo que creas en ello: las interpretaciones son infinitas pero la esencia es la que es. Ah, eso también lo formularon de ese modo en aquellos textos: "yo soy el que soy". Me acuerdo que cuando eras pequeño y oíste esto por primera vez en clase de religión casi te meas de la risa, angelito. "Yo soy el que soy", vaya una tontada, ¿no?
Hay pocas verdades en el mundo, Kiren. No es que los humanos mintais patológicamente, es que muy pocas cosas pueden ser llamadas ciertas. Se ve que hace tiempo alguien se dedicó a recopilar algunas verdades y las escribió en los libros -uno de esos libros se llama Biblia, pero hay muchos, muchos libros que guardan verdades-, mezclándolas con alguna que otra subjetiva apreciación que al fin y al cabo era inevitable al momento de escribir, si tan sólo por conveniencia. Las verdades en la biblia son distinguibles porque suenan como una cosa tonta; parecen tan simples como un chiste de humor blanco en la superficie, salpicando su esencia en cada bloque de texto:
"Yo soy el que soy", "Yo soy la resurrección y la vida; el que crea en mí, aunque muera, vivirá (para siempre)", "Dios es Amor/yo soy Amor".
Aunque estas declaraciones las hiciera un ser superior, según la misma biblia ese ser hizo a los humanos "a su imagen y semejanza", ¿no? La Biblia es un libro maravilloso por eso: quienes la escribieron e idearon fueron capaces de crear un personaje a imagen y semejanza del hombre, un personaje que es a la vez es creado y creador. Un personaje con rasgos francamente humanos en su psique a pesar de sus poderes divinos: capaz de amar, de enfadarse, de ejercer violencia, de sanar o dañar a otras criaturas por medio de su palabra -"pero una palabra tuya bastará para sanarme"-; un personaje al que llamaron Dios, capaz de lo mejor y de lo peor, exactamente igual que un ser humano. Dios, quien a su vez creó al hombre a su imagen y semejanza. Una de las posibles raíces etimológicas de la palabra "Yahveh" es "el que existe por sí mismo", al fin y al cabo.
Un ser que es el que es. Un ser que es creador de mundos, aunque necesita descanso. Un ser que podría ser perfectamente humano, Kiren; un ser humano que podría ser, perfectamente, un trilero.
UN TRILERO ESCAPISTA
Brazos abiertos reflejan auroras,
auroras forjan abrazos de viento (...)
La luna era tan sólo un vago resplandor tras la cortina de densos nubarrones, difuminando el lienzo negro de la noche en su halo de pulsaciones azul mar. Bajo su luz engañosa y nacarada, el trilero caminaba calle abajo acertando a cruzarse con dos perros sin dueño, tan flacos que hasta las pulgas más necesitadas les habrían abandonado, famélicos y despistados por no saber a quién ladrarle. Él tampoco sabía a quién ladrar, ni adónde ir... pero ya estaba acostumbrado a aquella circunstancia. El desarraigo del nómada que no pertenece a ninguna parte era tan antiguo, tan viejo amigo que ya no le echaba cuenta.
No se trata de que estuviera perdido, pero vagaba el mundo. El dónde ir no era tan importante, se decía, como el cómo vivir -o más bien el cómo ganarse la vida- cada día. No era un espíritu bohemio adicto al "carpe diem", amorrado al frasco de la vida y tragando con feliz compulsión; al contrario, nuestro trilero se hallaba desolado por dentro, desértico y desnudo como el hueso, pero se negaba a admitirlo.
Admitir que no tenía esperanza sólo le ayudaría a ir más despacio y, quién sabía por qué, él quería ir deprisa; quería seguir, continuar andando sin ni siquiera mirar de frente ni a los lados, ignorando el riesgo que acechaba a la vuelta de cada esquina. El riesgo implícito en las preguntas "por qué no te detienes", "adónde quieres llegar", "qué estás buscando", "qué pasará si te paras". Se ofuscaba en ir "más lejos" sabiendo que la Tierra era redonda; tal vez no era lo más inteligente que un trilero podría hacer, pero de alguna manera, detenerse significaba morir un poco.
Contra lo que él mismo se afanaba en proclamar, no era un mago y lo sabía bien. Tenía habilidades para enganchar a según qué audiencias -sobre todo niños- durante un rato, pero el despliegue de "magia" que realizaba no pasaba de unos cuantos trucos bastante simples, a los cuales si acaso aplicaba alguna variación para no aburrirse él mismo. En cualquier caso, era mayor la pasión por la distracción y el bombo que le daba a su actuación que la actuación misma; era mayor su habilidad desviando ojos de la boca de sus mangas, contando algún chiste y encauzando la atención de su público a otro lado, que cualquier talento fuera de serie y no digamos ya un don místico o paranormal. O eso pensaba él.
Si sólo pudiera estarse quieto... quizá resulte irónico pero, en el fondo, nuestro hombre, aunque aterrado por parar, anhelaba estarse quieto. Tan quieto como el condenado que habían colgado cabeza abajo en la picota aquella tarde, en la plaza de las ejecuciones. No había muchas ejecuciones en el Reino Delagua, pero a veces algún criminal rompía la reconocida paz y, claro, a fin de mantenerla había que ajusticiar al afortunado a través de los métodos más ejemplificantes. El trilero no podía quitarse de la cabeza a este hombre colgado por alguna razón. Tal vez porque, contra todo lo esperado, había visto paz en el gesto de su cara al pasar por su lado; una paz tal que uno hubiera pensado que el condenado estaba durmiendo como angelito en lugar de muerto. Y el trilero no había podido evitar, en su fuero interno, envidiar aquella placidez casi sobrenatural y ese descanso, a pesar de las circunstancias del ajusticiado.
De todas las cosas que llenaban su vida, le gustaban las canciones. Aunque él se decía a sí mismo que no era lo bastante culto para ser esteta, músico o artista. No era que se maravillara precisamente mirando el mundo, cosa que de ocurrir tal vez le hubiera inducido a caminar más despacio. No sabía leer ni escribir pero entendía la poesía, aunque sólo podía escucharla y cantarla. Las canciones con las que amenizaba su espectáculo y su viaje eran realmente poemas inventados, aunque él no las llamaría así. Casi siempre eran alegres; canciones "espanta-males", "espanta-miedos" por decirlo de alguna forma, pues él no se permitía cantar desde su desesperanza interna. Quién sabía lo que podría pasar si permitía que los fantasmas, recuerdos y otras bestias atravesaran literalmente su cuerpo para fluir hacia su garganta, y luego salieran por la boca. Demonios, aquello tendría que doler... o, como poco, sería igual de repugnante que vomitar una ristra de sapos.
El trilero se detuvo un momento en mitad de la vía adoquinada para respirar y cambiarse la mochila de hombro. Hacía tiempo que percibía olor a tierra mojada en el aire denso y calmo; culebritas de luz se perfilaban a lo lejos, seguidas del estremecimiento del trueno en la tierra, aun amortiguado por la distancia. Lanzó una fugaz mirada de barrido alrededor, y pensó que haría bien en ponerse a cubierto de la tormenta que se avecinaba pero, ¿dónde? Había llegado a aquella ciudad portuaria desde la costa septentrional de la península de Layama, también llamada el Reino de Varas, hacía apenas dos días. Poco tiempo llevaba allí, pero el suficiente para saber que no había puentes bajo los que cobijarse.
Se quitó el sombrero de fieltro en cuya curvilínea ala él mismo había bordado, hacía años, un signo infinito sabía dios por qué. Dejó que una súbita corriente de aire peinara sus cabellos de color ceniza y se permitió bajar la mirada al suelo, justo a tiempo para ver el primero de los pesados goterones que de forma inminente comenzarían a caer, y entonces, por fin, se detuvo.
—¿Viajas solo, amigo?
Hache -tal era el nombre del trilero- dio un respingo al escuchar la suave voz a sus espaldas, el corazón latiéndole deprisa. Hubiera jurado que había caminado solo todo el tiempo, que nadie le había seguido, pero al parecer no había sido así. La pregunta no se había sentido ni remotamente amenazante, pero la voz había sonado muy cerca... terriblemente cerca, prácticamente estrellándose contra su nuca, erizándole la piel. Escuchó algo parecido a un fru-frú de pesados ropajes después de aquellas palabras y, despacio, con visible tensión en cada uno de sus músculos, se dio la vuelta para enfrentar a quien quisiera que hubiera hablado bajo la aún comedida lluvia.
auroras forjan abrazos de viento (...)
La luna era tan sólo un vago resplandor tras la cortina de densos nubarrones, difuminando el lienzo negro de la noche en su halo de pulsaciones azul mar. Bajo su luz engañosa y nacarada, el trilero caminaba calle abajo acertando a cruzarse con dos perros sin dueño, tan flacos que hasta las pulgas más necesitadas les habrían abandonado, famélicos y despistados por no saber a quién ladrarle. Él tampoco sabía a quién ladrar, ni adónde ir... pero ya estaba acostumbrado a aquella circunstancia. El desarraigo del nómada que no pertenece a ninguna parte era tan antiguo, tan viejo amigo que ya no le echaba cuenta.
No se trata de que estuviera perdido, pero vagaba el mundo. El dónde ir no era tan importante, se decía, como el cómo vivir -o más bien el cómo ganarse la vida- cada día. No era un espíritu bohemio adicto al "carpe diem", amorrado al frasco de la vida y tragando con feliz compulsión; al contrario, nuestro trilero se hallaba desolado por dentro, desértico y desnudo como el hueso, pero se negaba a admitirlo.
Admitir que no tenía esperanza sólo le ayudaría a ir más despacio y, quién sabía por qué, él quería ir deprisa; quería seguir, continuar andando sin ni siquiera mirar de frente ni a los lados, ignorando el riesgo que acechaba a la vuelta de cada esquina. El riesgo implícito en las preguntas "por qué no te detienes", "adónde quieres llegar", "qué estás buscando", "qué pasará si te paras". Se ofuscaba en ir "más lejos" sabiendo que la Tierra era redonda; tal vez no era lo más inteligente que un trilero podría hacer, pero de alguna manera, detenerse significaba morir un poco.
Contra lo que él mismo se afanaba en proclamar, no era un mago y lo sabía bien. Tenía habilidades para enganchar a según qué audiencias -sobre todo niños- durante un rato, pero el despliegue de "magia" que realizaba no pasaba de unos cuantos trucos bastante simples, a los cuales si acaso aplicaba alguna variación para no aburrirse él mismo. En cualquier caso, era mayor la pasión por la distracción y el bombo que le daba a su actuación que la actuación misma; era mayor su habilidad desviando ojos de la boca de sus mangas, contando algún chiste y encauzando la atención de su público a otro lado, que cualquier talento fuera de serie y no digamos ya un don místico o paranormal. O eso pensaba él.
Si sólo pudiera estarse quieto... quizá resulte irónico pero, en el fondo, nuestro hombre, aunque aterrado por parar, anhelaba estarse quieto. Tan quieto como el condenado que habían colgado cabeza abajo en la picota aquella tarde, en la plaza de las ejecuciones. No había muchas ejecuciones en el Reino Delagua, pero a veces algún criminal rompía la reconocida paz y, claro, a fin de mantenerla había que ajusticiar al afortunado a través de los métodos más ejemplificantes. El trilero no podía quitarse de la cabeza a este hombre colgado por alguna razón. Tal vez porque, contra todo lo esperado, había visto paz en el gesto de su cara al pasar por su lado; una paz tal que uno hubiera pensado que el condenado estaba durmiendo como angelito en lugar de muerto. Y el trilero no había podido evitar, en su fuero interno, envidiar aquella placidez casi sobrenatural y ese descanso, a pesar de las circunstancias del ajusticiado.
De todas las cosas que llenaban su vida, le gustaban las canciones. Aunque él se decía a sí mismo que no era lo bastante culto para ser esteta, músico o artista. No era que se maravillara precisamente mirando el mundo, cosa que de ocurrir tal vez le hubiera inducido a caminar más despacio. No sabía leer ni escribir pero entendía la poesía, aunque sólo podía escucharla y cantarla. Las canciones con las que amenizaba su espectáculo y su viaje eran realmente poemas inventados, aunque él no las llamaría así. Casi siempre eran alegres; canciones "espanta-males", "espanta-miedos" por decirlo de alguna forma, pues él no se permitía cantar desde su desesperanza interna. Quién sabía lo que podría pasar si permitía que los fantasmas, recuerdos y otras bestias atravesaran literalmente su cuerpo para fluir hacia su garganta, y luego salieran por la boca. Demonios, aquello tendría que doler... o, como poco, sería igual de repugnante que vomitar una ristra de sapos.
El trilero se detuvo un momento en mitad de la vía adoquinada para respirar y cambiarse la mochila de hombro. Hacía tiempo que percibía olor a tierra mojada en el aire denso y calmo; culebritas de luz se perfilaban a lo lejos, seguidas del estremecimiento del trueno en la tierra, aun amortiguado por la distancia. Lanzó una fugaz mirada de barrido alrededor, y pensó que haría bien en ponerse a cubierto de la tormenta que se avecinaba pero, ¿dónde? Había llegado a aquella ciudad portuaria desde la costa septentrional de la península de Layama, también llamada el Reino de Varas, hacía apenas dos días. Poco tiempo llevaba allí, pero el suficiente para saber que no había puentes bajo los que cobijarse.
Se quitó el sombrero de fieltro en cuya curvilínea ala él mismo había bordado, hacía años, un signo infinito sabía dios por qué. Dejó que una súbita corriente de aire peinara sus cabellos de color ceniza y se permitió bajar la mirada al suelo, justo a tiempo para ver el primero de los pesados goterones que de forma inminente comenzarían a caer, y entonces, por fin, se detuvo.
—¿Viajas solo, amigo?
Hache -tal era el nombre del trilero- dio un respingo al escuchar la suave voz a sus espaldas, el corazón latiéndole deprisa. Hubiera jurado que había caminado solo todo el tiempo, que nadie le había seguido, pero al parecer no había sido así. La pregunta no se había sentido ni remotamente amenazante, pero la voz había sonado muy cerca... terriblemente cerca, prácticamente estrellándose contra su nuca, erizándole la piel. Escuchó algo parecido a un fru-frú de pesados ropajes después de aquellas palabras y, despacio, con visible tensión en cada uno de sus músculos, se dio la vuelta para enfrentar a quien quisiera que hubiera hablado bajo la aún comedida lluvia.